El agua corre, sin
prisa. No es un río, es un simple torrente fabricado. Miles de gotas caen,
copiosamente. No es la lluvia, es una burda imitación. Al diablo el peinado, se
mojaron los rulos. No queda nada, pero por lo menos no tiene que usar una
peluca cuando se quiere hacer pasar por señora. Durante la tarde, para tomar el
té. Durante la noche cuando a Lucy se le ocurre. Durante la noche, porque
alguna vez le gusta ponerse la pollerita chiquita (aunque atente contra la
moral y las buenas costumbres). Ahora el agua cae sobre la cara, se diluyen los
afeites. Ese curso falso de agua lava, no es lo más puro, no es lo mas real
pero lava la cara. Vuelve al fin, sin querer o queriendo. Vuelve, en el medio de
una gran confusión, en la mayor de las dualidades del ser, Pedro.
Se desliza el agua
tibia por unos huesos tristes. Se ha quitado la poca ropa de algodón que le
quedaba. Las cintas de razo quedaron en el piso. Leves cosquillas recorren su
cuerpo, pero los brazos finísimos no lo sienten. Está dormida. Siempre dormida,
porque se le pasó el tren hace rato. Le queda la ropa. Le queda un novio rico.
Del tren, mejor ni hablar. El ruido del agua contra el cuerpo y contra el piso,
contra la mampara de vidrio. Pero ella sigue en el andén. Desnuda, como ahora,
se quedó en el andén, sin nada. Despojada, pero ese falso curso de agua, con
agua dudosamente pura no puede hacer nada ya. Ella tampoco.
Asquerosamente
ahogado, las burbujas lo están matando. Cada día, lo ahogan un poco más. Fuera
calzoncillos, necesito nuevos. Al agua. Quisiera una cascada de metros y metros
de alto, con agua helada. Una cascada que me saque todo el dolor y la mugre que
vengo arrastrando desde que moriste, mi Marina. Horas han pasado en un parpadeo.
Al abrir los ojos todo está de cabeza, pero parece mejor. Probablemente, eso
era lo que pasaba, todo estaba de cabeza. Respirando quieto. Un vaso en una
mano y la botella la en otra. Nada.
Hasta que los cuerpos se llenen
Hasta
que los cuerpos se vacíen
Seguiremos
jugando con ellos
Alterando
sus partes
Para
cumplir tontos caprichos
Llenos
por fuera
Vacíos
por dentro
Vestidos
Desvestidos
Desnudos
Otro día
Vueltos
a vestir
Capas y más
capas,
Ninguna
piel caliente.
Con las últimas
gotas de agua en el cuerpo encendió el primer cigarrillo de una larga serie de
cigarrillos que vendrían. Y se sentó en la cama. Si alguna vez hubiera visto la
cueva de una rata diría que esta habitación bien se le parece. Mirando
alrededor Pedro ve sus miserias, los labiales tirados en el piso, las polleras
en una percha en la puerta del ropero y él tirado en una punta de la cama sin
saber quien es. Fin del cigarrillo. Segundo cigarrillo, Pedro mira otra parte
de sus miserias, la espuma de afeitar que se alcanza a ver desde la puerta del
baño, sus antiguas corbatas y los gemelos que le había regalado su padre para
que él se los regale a sus hijos. Fin del cigarrillo. Tercer cigarrillo y Pedro
se siente ansioso pero tranquilo sabiendo que en media hora Lucy va a estar en
con él y al menos por unas horas podrá saber quién es.
Sin pompones, dos cervezas en la heladera y
una pizza a punto de llegar con el chico de la entrega. Voy a poner un mantel
para que la mesa no se ensucie, y suena en el inconciente su madre que se lo
repite cada vez que toma la chocolatada.
Nene poné el mantel para que no se ensucie la mesa. Tiene un solo mantel, azul
oscuro. Timbre. ¿Lucy o la pizza? Por suerte la pizza, ella no va a querer
llegar y no tener nada para comer. Ahora, la caja de pizza sobre el mantel
azul. Timbre. ¿El señor del alquiler o Lucy? Por suerte es Lucy porque para el
alquiler no hay ni diez centavos. Ella se paró frente a la puerta y supo que no
la esperaba todavía, después de abrir la puerta Pedro respiró profundo y sintió
el perfume de vainilla de Lucy. Sólo entonces abrió los ojos que por miedo
había mantenido cerrados los breves segundos en los que había abierto la puerta.
Al verla se rió de esa figurita flacucha y desfachatada que parecía no tener
coherencia con lo que de ella emanaba. La abrazó como si fuera la última vez y
le preguntó lo de siempre, ¿quién soy? Sos Pedro y estás desnudo, yo soy Lucy y
traigo mi ropa de franco. Gracias mujer, sin vos esto se pondría cada día peor
de lo que se pone. ¿Pizza? Si tengo hambre, decime qué es ese trabajo que
conseguiste, ¿eh? Empezá a comer que ahí
te cuento. Y sacaba una cerveza del congelador sin tapa, una quilmes
helada, impagable. Y empezó a hablar. Lo que pasó es que tuve una suerte
bárbara, la trolita de Clara – la conocés, te hable de ella- se enganchó con el
jefe que es un tipo viudo y con bastante guita. El muchacho tiene dos hijitos,
una nena y un nene y me quieren a mí como niñera. Lo que pasa es que estaban
buscando alguien de confianza. Y en esa parte entro yo, qué mejor para cuidar a
tus hijos que un amiga con la que tu novia se junta a tomar el té y a jugar a
la canasta todos los martes a las cinco. Sin duda soy perfecta para el empleo,
eso es lo que le dije al tipo, que a todo esto ya ni me acuerdo de cómo se
llama. Pero nena sacá esa cara de “se me murió toda la familia” y reíte un
poco, aunque sea por mí. Bueno, bueno, la cosa es que no hay que festejar tanto
porque todavía falta lo más importante, es decir que me conozcan los mocosos y
que les caiga simpática. ¿Y? reaccioná, decime algo.
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