jueves, 18 de diciembre de 2014

Pasta con salsa de atún

El perejil se lo puse porque dicen que siempre hay que ponerle
algo verde al plato, pero en realidad no me lo comí :(
Primero, debo advertirlo: Esto más que una receta es una forma de vida. Comer fideos con atún y crema no es cualquier cosa, es casi un ritual al que uno se dispone cuando en realidad no tiene nada de ganas de cocinar pero quiere comer, y comer rico. 
Eso me pasa hoy: Mi marido se fue a una de esas comidas de fin de año donde hay puras cosas espectaculares y lo único que puedo esperar es que me traiga algo dulce envuelto en una servilleta. Mi hijo duerme.
 Ante este panorama, no hay nada mejor que unos fideos con atún y crema. Esto si además consideramos que lo único digno de ser consumido que encontré en la heladera (localice a refrigerador) fue una Heineken (por suerte). 

La receta es simple, para una persona ponga a hervir (según instrucciones del envase) un tercio de paquete de pasta, use la que prefiera, en mi caso eran unos spagettis integrales (no voy a dar las obvias razones por las que todo en mi casa es integral). Cuando la pasta esté al dente, o si le gusta más cuando ya esté blandengue al borde del pegote, que así me gusta a mí y aprovecho de hacerlo si estoy sola porque sé que para el resto del universo (salvando a mi hermana Rebeca) es horrible; bueno, como les decía cuando esté lista la cuela, le larga un chorrito de aceite y la pone en el plato. 
Así de sencillo es el camino, ahora le chanta encima media lata de atún. Yo le pongo una lata enterita para mi sola, porque a eso me refiero con un modo de vida. Uno no se topa con la lata de atún por casualidad en la despensa, uno va al super a la compra mensual y busca su atún preferido y si no le alcanza compra el más barato, pero igual compra atún. Muchos comemos atún aunque los documentales de youtube digan que tiene mercurio. Comemos atún desmenuzado cuando no tenemos plata porque si lo revolvemos bien igual tiene el mismo sabor. Es un amor incondicional a la lata que siempre te va a salvar de la fatiga por hambre. 
Suficiente, paremos la cursilería y vamos por el siguiente paso: añadir la crema (que acá en Chile no viene en el cómodo pote plástico, noooo, acá viene en caja larga vida o en lata, tomá pa'vo'. Le recomiendo la de la lata, porque la de la cajita es medio aguada). La cantidad del derivado lacteo también es a gusto del consumidor y dependiendo de la situación de peso en la que se encuentre al momento del consumo en cuestión. Es decir, si está a dieta no sea chancho y póngale sólo una cucharada; pero si usted tiene la suerte de ser medianamente flaco y poder darse gustos como este... métale no más entre dos y tres cucharadas. 
Para coronar esta maravilla, que nace de la simpleza y el hambre apurado, espolvoree queso rayado. Y acá llegamos a un punto importante: no todos tienen queso rallado en la casa. Volviendo a mi época de estudiante, les diré que ese no era un ingrediente que hubiera siempre, era para ocasionas especiales, era para cuando era rica. Por estos días me preocupo de que no me falte queso y ese sólo hecho me hace sentir ¡millonaria! Así que siéntase más rico que Onassis y aplique su buen puñado de queso. 
Antes de ponerle el fin de los fines a este post, le quiero recordar que si usted se quiere poner pro (y tiene con qué) a este plato le quedaría re bien una cebollita rehogada con su pimiento rojo correspondiente, y si ya es su heladera un mueble bien provisto y tiene aceitunas, uffff, agréguelas sin miedo. Debo advertirle que esto implicará el posterior lavado adicional de la tabla de picar, un cuchillo grande, un cuchillo chico, una cuchara de madera y un sartén; en cambio, con la receta original sólo lavará la olla, el colador, el plato y los cubiertos.
En mi caso, como habrán adivinado, "maridé" este suculento plato con una cerveza, usted fíjese qué encuentra en la heladera atrás del pan vencido y ¡a disfrutar!!!

No hay comentarios:

Publicar un comentario