martes, 30 de junio de 2015

Una aventura (entre otras) de Dios en el Edén.

Estaba Dios sentado en el Edén… ¡Momento! ¿Hay Dios? No lo sé, pero por las siguientes líneas supongamos que sí. Es que en algo hay que creer, esa es nuestra naturaleza. Aunque usted lo niegue, aunque se ande proclamando ateo por la vida, en algo/alguien confía más que en usted mismo. Todos los hombres de todos los tiempos han creído en un ente superior. Escudriñe su interior y verá que tengo razón.
Entonces… estaba Dios (y por hacerlo un poco más liviano pongámoles un nombre… por decir… Eduardo). Y de nuevo… Estaba Eduardo sentado en una roca enorme mirando el mar, a su espalda un bosque verde, húmedo. Tan tranquilo allí, Eduardo se sintió solo, sacó de su bolsillo la bolsa de tabaco y se armó un cigarrito. Lo fumó despacio, mirando cómo el humo se batía en el aire y formaba danzantes figuras extrañas, para luego desaparecer.