jueves, 11 de diciembre de 2014

Vals Marino

Imagen de www.ojodigital.com
El óvalo que tú formaste,
a fuerza de erosión
y de rasguños eternos,
a ti te pertenece
continente de rígida laxitud.
Hasta hoy
con tus caricias salobres
sigues las milenarias labores
hincando cada segundo en la arena
tus espumosos dedos moldeadores.
Las sonoras ondulaciones
que en tus orillas estallan
hipnotizan mi cuerpo
que líquido se doblega
estremecido hasta las entrañas.
¡Cómo no amarte!
¡Oh! Tranquilizadora amenaza,
¡Cómo no querer fundirme contigo!
Si los dos somos regidos
por el celestial satélite bruñido.
Al ritmo de los veintiocho días
cadenciales nos movemos,
nuestras femeninas almas
son de ciclos como mareas
tienen humores como marejadas
y enojos como maremotos.
Nuestras femeninas cavidades
son depositarias
de los terrestres secretos vitales.
¡Cómo no amarte!
¡Oh! Relajante misterio
¡Cómo no querer fundirme contigo!
Y ser acunada
en tus eternas profundidades
y ser envuelta
en tus negras corrientes.
Pero tú, mezquino
no me ases,
en el vaivén esquivo
solo me engañas
con las esperanzas
que deja la espuma desvanecida

en la arena. 

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