martes, 13 de enero de 2015

Vistiéndose, capítulo 7

Se paró rápidamente. Estaba chorreando agua por todos lados, con ropas cuyos colores ya no se reconocen. Lo único que pudo hacer fue conseguir un taxi, al que tuvo que ofrecerle una buena suma de dinero mojado para que le permitiera ensuciar su tapizado. Se desplomó en el asiento trasero, húmeda, sucia, desgarrada ante la fatal recuperación de la conciencia. Por primera vez, Clara era vulnerable, incapaz de predecir el paso siguiente. Ni siquiera podía decidir adónde quería ir en ese momento. Y como suele suceder en los momentos menos oportunos, el tachero quería hablar. Y hablaba del clima del día que estaba por empezar, después como derivación natural del clima vino el tema de los malos conductores que normalmente va seguido del incumplimiento de la ley en este país de choros y narcos, ante lo cual, claro está llegó la corrupción de los gobernantes y la gran pregunta de a donde va el dinero que pagamos por los impuestos, y todos los etcéteras que se le puedan ocurrir. Sin remedio, Clarita respondía que sí a todo, un sí que salía quién sabe desde donde, desde el medio de la mugre de su cuerpo. Y por dentro pensaba, si es que podía llamarse a ese precario manejo de las ideas pensamiento, por dios cuando carajo se va a callar este hombre, cuanto falta para llegar a mi casa.

Pero todo termina y este suplicio también terminó. Otra vez bracitos estaba a salvo en casa, en su santuario.
Y Lucy en casa, en la pensión.

Sábado. Nadie sabe que va a pasar el día después. Todos tenemos planes para mañana, pero ¿alguno de nosotros sabe si realmente va a cumplirlos? César pensaba en hacer compras pero ahora no puede salir de su habitación. Está en la cama y el cuerpo parece no responder a sus órdenes, como si el pensamiento y la materia realmente pudieran separarse sus miembros no respondían a la idea de levantarse. Y se estaba en la cama, sin más, luego de unos minutos dejó de hacer esfuerzos por moverse y se abandonó una vez más. Sin ruidos, sin luz, los ojos cerrados suavemente…Luego, de un momento a otro, los párpado comenzaron a tensarse hasta hundir los ojos en las mejillas, hasta que la opresión y la falta de aire se desahogaron en un grito que le raspó la garganta, le saturó los tímpanos y le quebró el alma otra vez: ¡MARINA!
Pronto ese mediodía bracitos pensó que necesitaba un te verde y alguna especie de analgésico, y por supuestos varios gramos de maquillaje.

Para empezar con el pie derecho se levantó Giovanna, café con leche. Faltan algunas horas para las cinco. Hay tiempo de olvidar a Pedro y prepara la voz para que todo vaya sin fallas. 

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